Tengo una cita
El sonido de la modernidad es una lata de Coca Cola abriéndose. Rabiosa contemporaneidad que bebo de tres tragos. Hace calor; tengo sed y prisa, así que me voy corriendo. Tengo una cita. Espero llegar a tiempo. La conocí por Tinder, y solo quiero que sea tía porque la última vez no sabía cómo iba todo eso y usé Grinder.
Lo único que me preocupa es llegar a la hora. Me he dejado el móvil en casa y solo me queda un cartucho: mi smartwatch. El tiempo es implacable y no creo que hoy pare para que llegue a la cita. ¿El problema? La maldita batería, el precio del smartwatch.
¿Me fallará mi «super» smartwatch?
Mientras intento ir de un lado a otro de la ciudad sin perder tiempo, miro a mi muñeca maldiciendo la hora en que compré ese smartwatch. No sirven para nada excepto para aparentar que eres alguien.
Otra de las cosas de la modernidad.
Ahí está el autobús. Hostia, espero cogerlo. Venga, corre. Corro como si no hubiera mañana pero no llego, justo se me cruzaron dos señoras por la calle que iban lentitas, como saboreando cada segundo de su ya (espero) corta vida.
En 12 minutos llega el autobús. ¿Qué hago; espero, voy andando, robo un coche? Me empiezo a desesperar. Zumbido al reloj. Es ella.
«Hola guapi, quedamos en otro sitio. Ahora te digo dónde y cuándo»
La vida se me complica, no solo no sabré a qué hora será ni tampoco dónde. No tengo la batería suficiente en este reloj «inteligente» y no le puedo contestar. El precio de mi smartwatch cada vez es más caro.
Mi maldito reloj sigue agonizando. Todo me pasa por no llevar mi Casio de siempre, con el que tanto me copié de pequeño. O uno de manecillas, bah qué va, ¿a quién quiero engañar? No sé leer esa patraña analógica.
Mientras espero el autobús me llega otro Whats:
En calle tal, ahora te digo hora.
Venga, el bus va hacia allí: perfecto. Por favor, smartwatchito de mi corazón, no me dejes tirado ahora. Estoy pensativo y ya con pocas ganas de cita. ¿A santo de qué me compraría este reloj «inteligente»?
Para el bus. Llego. No hay nadie. Miro a mi frágil smartwatch y nada. Pantalla negra: ha muerto. Me comen los demonios:
[bctt tweet=»¿Qué es más inteligente? ¿Un #smartwatch que se apaga o uno de manecillas que siempre da la hora?» username=»estoesiot»]
¿Por qué le llamamos smartwatch si no es smart?
Pero vamos a ver, ¿no se supone que me haría la vida más sencilla esta puta mierda? Pero no. Solo me la complica. Que si carga la batería todos los días, que si me llegan notificaciones por aquí y por allá, que si tal, que si cual.
«Sí, señor, es un reloj «inteligente», es un smartwatch de última generación» -me dijo aquél dependiente.-
Y yo voy, y pico. ¿Inteligente? ¡Si ya no da ni la hora! ¿Y sabéis por qué me pasa esto? Por el puro postureo.
Ya no sé que hora es y no hay nadie por la calle. ¿Y ahora qué, me quedo como un pasmarote aquí? Estas tías además siempre cambian de planes cada dos por tres y me puede decir que ahora quedamos en otro sitio, o que se le ha complicado y llegará más tarde, pero yo sin poder saberlo.
Ya me lo dijo mi padre:
¿Te vas a comprar eso? Eso no vale pa’na.
Tenía razón, y sé que la tenía. Pero tengo el orgullo que tiene el hijo ante el padre y no escuché. Mi smartwatch no es smart, is silly. Y yo, más silly todavía por no tener un reloj inteligente de verdad que siempre da la hora.
Y para que nos dejes un buen comentario…
Esta historia es real, la puedes corroborar si hablas con cualquier moderno/a que esté a la última y podrás ver que su smartwatch no es smart. Ni tú tampoco si no utilizas las cosas con cabeza. 😉
Reflexiona, comparte y difunde, ¡no seas uno más en la muchedumbre!
3 comentarios en «El secreto de por qué tu smartwatch no es smart»
No sabía que tenías esta faceta Miguel Jajaja Muy gracioso el post?
jajaja ¿has visto? ¡estoy llenito de sorpresas!, un abrazo Alicia 😀